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Categoría: UNICEF

«El río es la columna vertebral de la gente, los comunica, los protege y los amenaza»

Ómar Ángel es uno de los mediadores pedagógicos de Click+Clack que está haciendo frente a la educación en emergencias en algunos de los municipios más recónditos de Colombia. Los procesos de formación con docentes que ha liderado y los encuentros que ha vivido con las comunidades han ocurrido en varios municipios del Chocó. Le pedimos a Ómar que nos contara su experiencia con uno de esos lugares, y sobre todo, que narrara el espacio, el tiempo, las emergencias, los ires y venires de un lugar que pocos han tenido la oportunidad de conocer y reconocer.

Click+Clack: ¿Cuál es el lugar más difícil o lejano al que has tenido que ir?

Ómar Ángel, mediador de Click+Clack: Difícil, pero por tiempo, transporte, distancia etc, diría que Riosucio, un municipio de Colombia ubicado en la zona de Urabá en el departamento de Chocó

C+C: ¿Cómo se llega a Riosucio?

OA: Se puede llegar por tierra o por río. Por tierra, hay que llegar a un municipio recién creado, que hasta el 31 de diciembre pertenecía a Riosucio, llamado Belén de Bajirá, y de allí se toma UAZ (camionetas antiguas que se meten por cualquier trocha). Este recorrido dura de 1 hora y 45 minutos a 2 horas y 30 minutos, dependiendo del estado de la vía. Cuando el río se crece, no se puede tomar esta ruta porque hay pedazos de la carretera que desaparecen bajo el agua. En este recorrido el paisaje dominante son las fincas, plataneras o ganaderas. Hay varias de estas donde crían búfalos.

Por agua, se llega desde Turbo, por el norte (ruta que suelo tomar) o desde Quibdó, por el sur. Desde Turbo, la lancha (o panga, como le suelen decir en la región) se demora un poco más de tres horas, aunque el recorrido incluye parada en Bocas del Atrato para desayunar pescado frito (el pescado no está incluido en el precio del pasaje). Este tramo del río Atrato está lleno de selva, aunque en algunos puntos de la rivera se ven cultivos de plátano y maíz (es lo que alcanzo a reconocer). Hay varios caseríos, y también se ven pequeñas casitas de madera alejadas de todo. El río es la columna vertebral de la gente, les da de comer y se lleva sus residuos, los comunica con sus vecinos, los protege y los amenaza.

Generalmente llego por el río y salgo por tierra, porque cuando visito Riosucio también aprovecho para ir a Belén de Bajirá.

C+C: ¿Qué particularidades tiene Riosucio? ¿Qué emergencias enfrenta la comunidad?

OA: Riosucio es uno de los asentamientos más antiguos de América del Sur. A pesar de eso, es un pueblo que parece olvidado por el mundo. Sus calles todavía son de tierra, y puede durar varios meses inundado. En mis últimas visitas lo encontré con el río de visita y tuve que probar mi equilibrio para caminar por los tablones que montan por el medio de las calles para que la gente se pueda movilizar. A pesar de lo habitual de la escena, esto sigue influyendo en la continuidad de la trayectoria educativa de los estudiantes. Cuando llueve las clases se aplazan o se cancelan, porque caminar por los tablones resbaladizos es todo un peligro, y más teniendo en cuenta la cantidad de niños que deben transitar por estos. Las casas y las escuelas están construídas sobre palafitos, lo cuál los salva de inundarse, pero no detiene la acción del agua sobre estas estructuras de madera. Aún hay muchas casas y salones de clase construídos en madera, y estas construcciones hay que repararlas continuamente para evitar que se caigan. Hay salones temporales, que se construyeron en alguna de las emergencias de hace 15 años; aún se usan, pero representan un riesgo por tantos años de uso.

Por otro lado, se siente la amenaza de los grupos al margen de la ley. Las AGC marcaron casi todas las casas del pueblo, como queriendo advertir a propios y a foráneos quién es la autoridad. Seguramente ellos dieron permiso para que nosotros llegáramos, por eso es importante avisar a los rectores y a las autoridades de nuestras visitas con tiempo. En el trabajo sobre identificación de las emergencias no se habla directamente sobre este tema, hay un evidente veto al respecto. Solo una de las instituciones habló del peligro que corre por tener a la estación de policía al lado.

«Somos nosotros los encargados de ayudar a canalizar las emociones de los estudiantes para que se sientan en un lugar seguro»

Dina Badillo trabaja como docente desde hace más de 25 años. Hace dos años llegó a la Institución Educativa Juyasirain, ubicada en el municipio de Uribia, La Guajira, donde ha tenido la oportunidad de innovar y crear otras maneras de aprender. Dina es una de las docentes que hemos conocido en el marco del proyecto de educación de emergencias que estamos implementando Unicef Colombia y Click+Clack. Tuvimos la oportunidad de conversar en detalle con ella para profundizar en algunas de sus ideas, metodologías de aprendizaje y reflexiones.

Click+Clack: Profe, ¿por qué llegó a esta institución en Uribia?

Dina Badillo: Llegué a esta institución para cumplir un sueño, el sueño de ser parte de ese grupo de maestras que quieren formar a estudiantes de la zona rural de municipio de Uribia; esos niños y niñas que a veces sienten que no tienen la manera de cumplir sus sueños porque llegan al aula de clase y no se encuentran con un maestro que les brinde apoyo y amor. Mi motivación es esa, que ellos puedan cumplir sus sueños. Yo ya he cumplido el mío.

C+C: ¿Nos puede contar un poco sobre el enfoque transversal que tiene la institución y de qué manera participa usted desde su área de enseñanza?

DB: La institución viene trabajando diferentes proyectos. En este lugar tenemos una granja y desde ahí se trabajan proyectos transversales agropecuarios. A partir de este año se va a profundizar en el tema, se van a mejorar estrategias de cómo llevarle a niños y niñas este conocimiento para que se apropien de este que es su entorno; aquí tenemos internado, entonces los niños pasan mucho tiempo en este espacio. Concretamente, yo he trabajado en un proyecto lector con mi compañero Pedro Córdova, profesor de la institución, literato, escritor. Con él desarrollamos un proyecto que se llama «Ven y cuenta», es de su autoría, pero lo hemos implementado juntos en la institución. Ese proyecto tienen que ver con la integración y es un llamado para que los niños y las niñas cuenten las experiencias que han tenido a partir de la lectura de un libro. El proyecto se implementa desde preescolar, hasta el grado noveno. Tuvimos otro proyecto que se llama «Soy teatrero», espectacular, por medio del cual los niños hicieron dramatizaciones y una cantidad de obras artísticas que llevaron a la representación, también a partir de la lectura de libros.

C+C: Por lo visto, la lectura es muy importante en la institución…

DB: Para nosotros es muy importante que los niños amen la lectura, que amen leer, que se interesen por ver qué hay más allá, que profundicen. Y a partir de eso hemos conseguido que los niños mejoren sus competencias, no solo en el área de lengua castellana, sino de una manera transversal.

C+C: En el marco de las formaciones hemos identificado el peso aparentemente negativo de las redes sociales, los videojuegos, la tecnología. ¿Nos puede contar sobre esto y sobre cómo usted ha convertido lo que aparentemente es un problema en una oportunidad de aprendizaje? 

DB: Para nadie es un secreto que para los docentes mayores, que en esta época de mucha tecnología nos sentimos frustrados a la hora de llevarles algún tipo de contenido a nuestros estudiantes y que se apropien de ello sin sentir que es algo aburrido. Tuve una experiencia en la que estaba explicando qué eran los mapas conceptuales; yo veía a los estudiantes muy distraídos. Entonces, los había escuchado muchas veces hablar sobre un videojuego que se llama Free Fire, del cual había leído algunas cosas… que era peligroso, que en algunas partes lo prohiben. Llamé a uno de mis estudiantes para que me contara más sobre el juego. Pasó al tablero y empezó a explicar cómo se juega el Free Fire armando todo un esquema. Sin darse cuenta, acababa de hacer un mapa conceptual y todos sus compañeros acababan de aprender a hacerlo. Todos estaban contentos porque lo habían logrado. El objetivo fue convertir algo que aparentemente era negativo, tomando de ello los elementos que nos servían para convertirlo en un aprendizaje significativo.

C+C: En el marco de este proyecto trabajamos en otros territorios. ¿Qué le diría a otros docentes de otras comunidades de Colombia acerca de los desafíos de educar en un tiempo como este y en un contexto donde se enfrentan distintas emergencias?

DB: A donde quiera que vayamos siempre vamos a encontrar docentes que por corazón y vocación encuentran la manera de ayudar a sus estudiantes a construir su conocimiento. Nosotros no les enseñamos nada, nosotros estamos aprendiendo más de ellos que ellos de nosotros. Les diría que no pierdan ese amor, esa entereza y empeño para fortalecer siempre el vínculo con sus estudiantes. Cuando trabajamos en estas zonas, con situaciones de emergencia, los niños vienen con dificultades emocionales, falta de afecto; algunos incluso han perdido a sus padres y les ha tocado enfrentar situaciones difíciles; somos nosotros los encargados de ayudar a canalizar esas emociones para que se sientan un lugar seguro.

Caminando por trochas y remando en canoas: así llegan a estudiar niños y niñas en Catrú

Tricio Forastero es docente de la Institución Educativa Patricio Mecha, ubicada en Catrú Central, en el Alto Baudó (Chocó), una comunidad indígena que habita en la cuenca del río Dubaza. En el marco de la estrategia de educación en emergencias que estamos implementando Unicef Colombia y Click+Clack, tuvimos la oportunidad de conversar con él para entender mejor cuáles son las emergencias y desafíos que enfrentan en la comunidad y cómo esto afecta la trayectoria educativa de niños, niñas, jóvenes y adolescentes.

Click+Clack: Profe, cuéntenos un poco sobre la Institución Educativa Patricio Mecha 

Tricio Forastero: El colegio es agropecuario. La institución tiene terreno, tiene lotes donde los estudiantes hacen sus prácticas de siembra, de la cría… Aquí hacemos diferentes siembras, de plátano, yuca, banano, árboles de guadua, palma de coco. Las prácticas son siempre aquí dentro de la institución y los estudiantes la hacen con ayuda del profesor del área. Y todos los docentes, que no somos de las mismas áreas, estamos ahí cerca, ayudando a sacar esa práctica o esa siembra.

CC: ¿Cuáles son las emergencias que enfrentan en la comunidad? 

TF: Una es el fenómeno de la naturaleza, por ejemplo, las épocas de invierno, pues llueve mucho y los estudiantes no van a la escuela. También están las inundaciones, los deslizamientos de tierra y el crecimiento de los ríos; esto también impide que muchos estudiantes puedan trasladarse desde su casa hasta la comunidad para recibir sus clases. Cuando llegan las inundaciones, los estudiantes se quedan en sus casas cuidando sus cositas para que no se les dañen. Además, está la situación de orden público, la presencia de grupos armados… por el temor, los niños tampoco asisten a sus clases.

CC: ¿Cómo llegan los estudiantes al colegio?

TF: En la institución hay estudiantes de comunidades lejanas. Están a 3 o 4 horas de distancia. Niños y niñas bajan al colegio en su embarcación. Hay otros niños y niñas que viven en una quebrada y pueden pasar el camino, y cuando llegan al río grande, después de caminar por trocha, cogen bote. Otros estudiantes son de esta misma comunidad y ellos pueden llegar tranquilamente al colegio.

CC: ¿Quién maneja los botes?

TF:
Los botes son canoas y ellos mismos los manejan. Son canoas en las que ellos mismos pueden remar y llegar acá. Sin ningún adulto. Todos son niños y niñas de la institución, son grandecitos, pero suelen traer hermanos que son de 8 años, 10 años, 11 años. Los traen para que puedan recibir su clase aquí en la institución.

CC: A parte de las escuela, ¿en qué otros lugares pueden aprender cosas los niños y las niñas? ¿Cómo aprenden los niños y las niñas cuando enfrentan las emergencias?

TF: En la casita. Ellos pueden aprender desde su mamá, desde su papá, desde sus hermanos y tíos. Porque los más viejos pueden contar algo a sus hijos. Cuando se enfrentan ciertas emergencias, como las inundaciones, los docentes de educación física los ocupan en actividades deportivas, pero no todo el tiempo… esto solo ocurre cuando está inundado el río.

¿Quién es Delia y cómo está transformando la educación en el Catatumbo?

El 6 de enero de 2015, Delia Carrillo llegó a Colombia desde Venezuela cruzando la frontera por la Pica del Dos, una trocha no oficial para entrar al país por Norte de Santander. Por la Pica del Dos se llega al municipio de Tibú, Catatumbo, una zona fuertemente golpeada por el conflicto armado, el narcotráfico y el contrabando de gasolina.

Delia, al igual que muchas mujeres venezolanas de su comunidad, jamás imaginó que tendría que vivir en un asentamiento informal inundado por el barro y con enormes carencias en infraestructura. «Aquí nos tocó llegar por la necesidad, llegó la pandemia, no teníamos plata para el arriendo o la comida», comenta Delia. Después de varios años de habitar el asentamiento humano Nueva Esperanza 3, en Tibú, asegura que ese lugar ha transformado su propósito en la vida.

Esta mujer, lideresa del asentamiento y cabeza de una fundación llamada Fundación Generación Resilientes del Catatumbo, creó la escuela «Proyecto de Educación Mis Primeros Pasos». Delia, junto a otras compañeras y compañeros de lucha, detectaron un enorme vacío en la educación: niños y niñas migrantes desescolarizados por falta de documentación y por falta de cupos estudiantiles en las principales escuelas de la zona. No estar en la escuela en un escenario como Tibú, se traduce en niños y niñas que terminan en la calles, trabajando, recogiendo chatarra o siendo víctimas del reclutamiento forzado. Y particularmente en el caso de las niñas, embarazos desde los 10 y los 12 años de edad.

Aunque Delia nunca imaginó tener la vocación de enseñar, sintió la necesidad de hacer frente a esta realidad educativa reforzando aprendizajes básicos como la lectura y la escritura. No tenía la formación en pedagogía, tampoco el espacio o las herramientas pedagógicas, pero poco a poco y en conjunto con 12 lideresas más, lo que era tan solo un lote de tierra se volvió un espacio con paredes de plástico, techos de zinc, algunas mesas, adornos con materiales reutilizados, letreros coloridos y otros cuantos materiales educativos que fueron llegando poco a poco por donaciones.

Hoy, las 12 lideresas, madres de la comunidad, cumplen el rol de profesoras y auxiliares en dos turnos: de 8:00 am a 11:30, hacen clases con estudiantes de 4 a 7 años; de 2:00 pm a 5:00 pm, hacen clases con estudiantes de 8 a 14 años de edad. «Ninguna tiene formación», cuenta Delia, «pero ahora contamos con el apoyo de Click+Clack y Unicef, quienes nos están formando para poder enseñarle a los niños», añade.

Su tiempo, sus recursos, sus ideas… Delia, además de estar formándose en educación inicial, ha invertido todo lo que tiene para convertir la escuela en un espacio seguro, un espacio, afirma, del cual los estudiantes nunca quieren irse. Por eso, ha sabido aprovechar cada cosa que llega a sus manos para transformarlo, en conjunto con sus compañeras, en algo muy poderoso. Así, algo tan sencillo como una cartilla de La Aldea, cobró vida en forma de títeres creados por Berta, la madre de Delia. Los títeres se han convertido en una herramienta pedagógica muy valiosa; son aprendizaje, reflexión, risas, juego, creatividad, arte, un gancho para afrontar las emergencias del contexto, de una manera diferente y divertida.

«Los niños están aprendiendo… están aprendiendo a expresar lo que sienten, lo que les duele, lo que les pasa. Antes eran demasiado tímidos, pero a través del canto, a través de la dramatización y los juegos, han ido experimentando esa sensación de ‘sí puedo lograrlo’. Ahora, cuando repartimos papeles para que interpreten a los títeres, todo quieren se parte», cuenta Chely, cofundadora y lideresa de la Fundación Generación Resilientes del Catatumbo. 

¿Tener o no tener calzado puede afectar la trayectoria educativa de niños y niñas?

¿Algo como el uso de calzado y uniformes podría afectar la trayectoria educativa de niños y niñas? ¿No tener zapatos podría ser una emergencia? Esta imagen teñida de azul fue el producto de una reflexión en torno al rechazo o la discriminación que ocurre cuando un estudiante tiene o no tiene zapatos y uniforme escolar. Tener zapatos en un escenario como La Guajira resulta un privilegio, una herramienta necesaria para proteger los pies en medio de las largas caminatas que deben recorrerse para llegar a la escuela. Los uniformes, por su parte, también son un privilegio al cual no todos los niños y las niñas pueden acceder y muchos de estos son financiados por los docentes. Al utilizarlos se genera una identidad.
La foto de estas niñas con uniforma y zapatos, tomada en el marco del proyecto de educación en emergencias que estamos implementando con Unicef Colombia, es la evidencia de brechas que además de situaciones como las inundaciones y la falta de infraestructura, generan barreras en el aprendizaje, barreras a la seguridad, a la identidad, a la igualdad y al bienestar de las y los estudiantes.

Traducción del primer derecho humano con indígenas Emberá Dobidá, en el departamento del Chocó

Las comunidades que viven en la rivera del río Baudó enfrentan una amenaza constante: las inundaciones. Hace aproximadamente un año, Nucidó, una comunidad Emberá Dobidá («gente de río») ubicada en el Medio Baudó (Chocó), sufrió una inundación que la obligó a desplazarse a no más de un kilómetro, a tres minutos de Puerto Meluk. Desde entonces no se ha construido una escuela y los menores de edad llevan un año sin recibir educación de manera oficial. Actualmente, en el nuevo Nucidó, viven 49 familias.

En el marco del proyecto ECHO de educación en emergencias, llegamos a Nucidó junto a Unicef Colombia para enfrentar estas emergencias y uno de los desafíos más grandes de la educación en dicho contexto: la lengua. El trabajo se ha desarrollado principalmente con cinco docentes hombres bilingües, es decir, que además de lengua emberá, también hablan español y están encargados de impartir la educación a niños y niñas. Aunque algunas mujeres también son bilingües, no son docentes porque se desempeñan en otros oficios, principalmente en labores de cuidado.

Uno de los principales ejercicios en Nucidó tuvo que ver con la lectura de Conferencia de los pájaros, un libro de Click+Clack que invita a sus lectores a explorar el Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero, ¿qué significa la palabra «derecho» en español y qué significa en el idioma emberá?, ¿es posible hacer una reflexión entorno a un libro o una historia cuando las palabras no pueden ser traducidas de manera literal?, ¿compartimos las mismas palabras con esta comunidad? De esta lectura surgió una reflexión con respecto a los obstáculos de aprendizaje que enfrentan los indígenas Emberá y nació un ejercicio que detonó la reflexión y la participación de la comunidad: la traducción de español a emberá dobidá del primer derecho humano. 

El ejercicio no fue sencillo. Había problemas a la hora de ponerse de acuerdo con la gramática y esto tienen que ver con que, en términos de lengua escrita, los Emberá no tienen una gramática establecida, a pesar de que en algunas regiones se han hecho intentos por desarrollarla. Entonces, en medio del ejercicio surgían dudas sobre cómo debía escribirse una letra, dado que los Emberá tienen más vocales y la pronunciación es diferente en el alfabeto español. Otro desafío tenía que ver puntualmente con la traducción, pues esta no podía ser literal y había palabras que se desconocían por completo. Esto implicó la búsqueda constante de sinónimos y antónimos para cada palabra. Por ejemplo, en reemplazo de una palabra como «fraternidad», se elegía una palabra como «hermandad».

«Este ejercicio nos llevó a un debate de más de media hora. Al principio solo los docentes y los hombres mayores eran quienes proponían las palabras. Poco a poco, algunas mujeres comenzaron a hacer correcciones y sugerencias. Niños y niñas también participaron en el proceso. Esto concluyó con la síntesis del derecho humano y la adaptación de palabras que tuvieran más sentido para ellos», comenta Ramiro Blanco, enlace territorial y mediador pedagógico de Click+Clack.

Como resultado del ejercicio se reflexionó entorno al español, la segunda lengua de los Emberá. Se habló de su utilidad y sobre la importancia de tener conocimientos en español que se acomoden al proyecto etnoeducativo de la comunidad. El ejercicio fue todo un ejemplo de calma, paciencia, de ir sin afán y con pausa para construir, aprender y entender a los demás.

El resultado final del ejercicio fue la siguiente frase: «Todos somos iguales, seamos Emberás, negros o blancos y como somos inteligentes debemos comportarnos como hermanos».

¿Cómo aprenden los niños y las niñas en esta granja experimental de Uribia, La Guajira?

Pedro Córdoba es docente de Lengua Castellana, Cultura y Lengua en la Institución Integral Rural Juyasirain Jorge Mario Aguas Menco en el  municipio de Uribia, La Guanira. En una misión a La Guajira en el marco del proyecto de educación en emergencias que estamos desarrollando junto a Unicef Colombia con el apoyo de PRM (Oficina de Población, Refugiados y Migración del Departamento de Estado de los Estados Unidos), tuvimos la oportunidad de conversar con él acerca de su institución y acerca de las emergencias que está enfrentando el municipio. Escuchar al profe Pedro y a otras personas de la comunidad es relevante para fortalecer la estrategia de poner en el centro la educación en contextos de emergencias.

De la mano con las iniciativas, juegos, actividades y reflexiones de Click+Clack y Unicef, resulta prioritario acercarse a la comunidad para encontrar fortalezas, conocer las metodologías de los docentes, reconocer sus necesidades y construir, desde allí, nuevas herramientas de manera colectiva.

Click+Clack: ¿Cuál es el corazón de la Institución Integral Rural Juyasirain Jorge Mario Aguas Menco?

Pedro Córdoba: «El eje principal de Juyasirain es la granja experimental. En la granja experimental tenemos plantas medicinales, sembrío de yuca, trigo y maíz. Tenemos caprinos, 12 chivos grandes y 4 pequeños. En la parte de porcinos tenemos tres cerdos grandes».

C+C: ¿Cómo funciona la transversalidad de áreas en los procesos de aprendizaje en la granja?

PC: «Desde el área de lengua castellana a los estudiantes se les cita a la granja y a partir de ahí se hace un ejercicio de descripción; desde la comprensión lectora se abordan las ciencias naturales, ciencias sociales, educación artística, aritmética, cosmovisión y en sociales también abordamos la historia. ¿Cómo se unifica todo? Se toma como eje principal el área que estoy dictando de lengua castellana, tomo las demás áreas y a partir de un punto común, como la medicina tradicional, se visitan y se miran las plantas. A partir de allí, como los profesores de educación artística están trabajando los tipos de líneas, miramos cómo en la granja los estudiantes pueden reconocer una línea vertical, horizontal, zig zag, la curva, la diagonal… En estadística se manejan los experimentos aleatorios y de posibilidad; lo que es seguro, posible e imposible. Después pasamos al área de cosmovisión y nos acercamos a la importancia de la medicina tradicional. En ciencias naturales ellos miran las clases de plantas que existen a nivel general, pero también reconocen cuáles son las plantas que son de acá. En el marco de la cosmovisión se toma la outsü como figura principal (la outsü es la médico tradicional wayúu). Esta propuesta se llevo a este periodo, que ya estamos terminando, para que los estudiantes no se sintieran agobiados. Es manera de poder ayudarlos a entrelazar todas las áreas de una manera llamativa».

**La mujer curadora –outsü– como autoridad espiritual en la comunidad de Wararalain y cómo se mantienen activas estas prácticas y saberes en el siglo XXI, teniendo en cuenta el contexto político, ambiental, cultural y de salud del que hace parte la realidad histórica que ha vivido el pueblo wayúu en Colombia.

C+C ¿Cuáles son las emergencias que interrumpen el proceso educativo de los estudiantes en Uribia?

PC: «Una de las emergencias que más nos ha afectado es el tema de las innudaciones porque la institución no tiene un punto de desague, entonces el agua queda reprimida, sobre todo, en la zona de la primaria. En la entrada, los niños pasan y se mojan los zapatos. por los vientos, los salones y las láminas se han deteriorado y se han roto. También hay goteras. Eso es una distracción cuando estamos en clase. La inundación nos ha deteriorado las paredes de los salones que son de barro; hay salones que se inundan y nos toca buscar arena para poder rellenar el salón.

Otra emergencia es el tema climático, la calor, que es muy fuerte entre las 11:00 am y la 1:00 pm. Como tenemos unos kioscos, hemos salido en algunos momentos a dar las clases en los kioskos. El tema del transporte es otro problema. Como es intermitente a veces los niños de deben quedarse en la carretera lo cual es peligroso y eso no permite que lleguen al aula de clase. Los padres deciden no mandarlos para evitar un posible accidente. Y hay otra problemática que es la de los embarazos adolescentes. Algunas niñas han quedado embarazadas. A la institución le da pena y les mandan a las casas guías para que aprenden durante su encierro».

C+C ¿Qué otra amenaza enfrenta la educación y cómo se puede hacer frente a esa amenza?

PC: «Hay niños que son mecánicos, que trabajan en panaderías. Por el trabajo, muchas veces no estudian. Pero nuestro énfasis es el emprendimiento y esto nos permite convertir esa amenaza de la deserción en una fortaleza; les estamos diciendo a ellos que si quieren trabajar y quieren crecer en sus trabajos, entonces los apoyamos en continuar sus estudios, pues los necesitan para profesionalizarse en sus labores».

Las emergencias que enfrenta la educación en Tibú, La Gabarra y otras comunidades de Norte de Santander

Catatumbo, La Gabarra, Tres Montañitas, Aguaclara y Suerera, son algunas de las comunidades que hemos visitado con Unicef Colombia en el marco del proyecto ECHO de educación en emergencias. Al igual que en otros territorios de Colombia, la pobreza, combinada con emergencias propias del contexto, han afectado la trayectoria educativa de niñas, niños y jóvenes. ¿Qué emergencias se viven en Norte de Santander y de qué manera impactan los procesos de aprendizaje en las comunidades educativas?

1. Presencia de grupos armados al margen de la ley: su presencia en el territorio conlleva a enfrentamientos que obligan a la comunidad al confinamiento y el desplazamiento. Existe además un alto porcentaje de reclutamiento infantil cuya situación se agudizó después de la pandemia.

2. Cultivos de coca: en zonas como Tibú, la economía local recae en los cultivos de coca; el aumento acelerado de estos cultivos ha dado lugar al reclutamiento de niñas, niños y jóvenes como mano de obra para trabajar como raspachines (recogedores de coca).

3. Migración: el flujo exponencial de migrantes en el territorio y la falta de regularización frente a su permanencia en el país afecta el acceso a la educación de niños, niñas y jóvenes migrantes, ya que muchos de ellos no disponen de documentación para poder graduarse y certificarse. Además, no tiene acceso a la información sobre sus derechos como migrantes, incluido el derecho la educación, incluso en situación irregular de documentación. 

4. Inundaciones: las poblaciones a las orillas del río Catatumbo y afluentes están en constante riesgo de inundación. La mayoría de las casas e infraestructura comunitaria, incluyendo los colegios son propensos a las inundaciones. Esta situación provoca desplazamientos de familias por inundaciones y deslizamientos, hecho que interrumpe el proceso educativo durante la emergencia. Los rectores y docentes señalan no tener protocolos, estrategias o metodologías para motivar el aprendizaje en estas circunstancias.

5. Deserción escolar: hay un gran porcentaje de deserción de adolescentes por embarazo a temprana edad. Adicionalmente, reclutamiento infantil se refleja también en el porcentaje de deserción escolar.  

 6. Currículos no adaptados: las instituciones etnoeducativas no tienen currículos escolares que se adapten a su cultura en términos de lengua pero también en términos de saberes y preservación de su identidad étnica. 

Frente a estas emergencias, ¿cuáles son las acciones más urgentes en el marco del proyecto? Garantizar y asegurar el acceso y la permanencia de niños, niñas y jóvenes en las instituciones educativas, así como ofrecer un acompañamiento psicoemocional para mitigar la exposición a las situaciones de conflicto. Es necesario también, crear y asegurar espacios de educación no formal y formal para las comunidades migrantes, además de ofrecer información clara para asegurar la garantía de sus derechos. Corresponde, por otro lado, reforzar el currículo de educación sexual como estrategia para asegurar la permanencia de niñas y jóvenes en las instituciones educativas, además de crear, en conjunto con las comunidades, materiales y currículos educativos flexibles adaptados a las diversas culturas.

A la fecha, se han desarrollado jornadas de formación en instituciones educativas, se ha hecho entrega de más de 2.000 materiales y recursos como juegos, maletas y libros en Cúcuta, Suerera, Karikachaboquira, La Gabarra y Tibú, entre esos, libros como «La Aldea: Historias para respirar profundo» y «Conferencia de los pájaros». Además, se han generado espacios de formación con docentes y líderes comunitarios para realizar un diagnóstico sobre las emergencias que se presentan en el ámbito educativo e incluso se ha socializado con la comunidad de Suerera el diseño de un aula para la comunidad. 

¡Quedan muchos desafíos por delante!

«Ha cambiado la educación y ahora tenemos que darle a los muchachos la facultad de expresarse»

Luis Carlos Palacios Murillo es el presidente del Consejo Comunitario de Platanares, una aldea en Medio Baudó en el departamento del Chocó. Luis Carlos participó en espacios de formación realizados en octubre de 2022 en el marco del proyecto de educación en emergencias de Unicef Colombia, iniciativa desarrollada en conjunto con ECHO y Click+Clack que busca proteger la trayectoria educativa de niñas, niños y adolescentes expuestos a emergencias ocasionadas por el conflicto armado, los desastres naturales y la migración.

“Hoy tenemos que tener paciencia para que los estudiantes se puedan adaptar y tenemos que ofrecerles otras maneras de acercarse al estudio”, menciona Luis Carlos. Las herramientas, los materiales, las actividades que estamos entregando a las comunidades en el marco de este proyecto, apuntan justamente a generar estrategias que nutran la labor docente y motiven el aprendizaje de niñas, niños y jóvenes para que puedan seguir aprendiendo pese a los desafíos que enfrentan en sus territorios. Luis Carlos nos contó más acerca de Platanares, y con ello, entendemos aún más las necesidades educativas de la comunidad. Este fue su relato:

Click+Clack: ¿Cuántas personas hay en la comunidad, y de esas personas, cuántas son niñas y niños?

Luis Carlos Palacios: en Platanares hay 78 familias y 300 habitantes. Aproximadamente tenemos 60 niñas y 56 niños.

CC: ¿Cuántos estudiantes hay en el colegio y qué cursos hay?

LCP: tenemos 65 estudiantes, aproximadamente. Aquí en Platanares solo hay primaria, de primero a quinto. Los estudiantes que quieren seguir con el bachillerato, tienen que desplazarse a Puerto Meluk, Istmina o Quibdó.

CC: ¿Por qué los estudiantes no continúan estudiando después de la primaria?

LCP: por falta de recursos. No los podemos mandar a cabeceras municipales donde podrían continuar el bachillerato y empiezan a trabajar. No tenemos suficientes recursos económicos para lograr que niños y niñas se puedan desplazar a otros colegios.

CC: Cuando los niños y niñas dejan de ir al colegio, ¿qué hacen?

LCP: algunos se dedican al trabajo, a la agricultura, se van de aquí a otras partes. Por ejemplo, conozco a algunos de ellos que dejaron de estudiar y están trabajando en un supermercado por allá en Istmina. Las niñas son ahora las que están estudiando, buscando el recurso para ver si salen adelante; ellas trabajan y estudian.

CC: ¿Qué tipo de emergencias se viven aquí en Platanares? Emergencias que evitan que los estudiantes vayan al colegio…

LCP: la inundación; se nos monta el río arriba del piso. Entonces a veces no pueden ir al colegio porque el agua no permite que haya un albergue donde puedan recibir clases dignamente. Otra emergencia es la falta de recursos: se nos acaba el agua, el plátano, el arroz, el maíz… cuando el agua crece, se pierde la cosecha. Acá no tenemos acueducto, el agua que tomamos es agua de lluvia o cogemos del río porque no tenemos tanques para purificar el agua. Tenemos muchas necesidades en la comunidad.

CC: ¿Cómo fue su educación aquí en Platanares?

LCP: fue una educación en la que los niños siempre le obedecían a los maestros. Cuando llegaba un maestro nosotros le dábamos la comida, el plátano, el arroz, nos íbamos a buscar pescado para los maestros, y nos enseñaban bien. Es tan así, que todavía recuerdo parte de lo que los maestros me enseñaban de historia patria y me sé unas dos biografías y poesías que nos enseñaron.

CC: ¿Cómo ha cambiado la educación desde su época hasta ahora?

LCP: me parece que ha cambiado el 100% esta escuela nueva; los niños no están viendo lo que es historia, educación cívica. A nosotros nos tocaba estudiar bastante. Los niños hoy en día no le están poniendo tanta atención al estudio. Anteriormente traíamos la comida para los profesores porque vivíamos muy agradecidos, porque venían a enseñarnos y nosotros veníamos a aprender de ellos. Ha cambiado la educación y ahora tenemos que darle a los muchachos la facultad de expresarse, de tener una vocación e invitarlos a las conversaciones de los mayores para compartir con respeto. Antes decían «el estudio entra porque entra», hoy no, hoy tenemos que tener paciencia para que se puedan adaptar al estudio.

Baile, canto, reflexión y aprendizaje: así fue el encuentro de Julián Díaz con docentes en Chocó

Decir que Julián Díaz tiene magia, es poca cosa. El actor colombiano y codirector de Diokaju Generación Arte Afro, es capaz de hacer reír, bailar y gritar a cualquiera. Julián emociona a quien está triste, hace reír a quien no quiere reír y pone a saltar a quien no quiere saltar, entonces, el cuerpo se libera, las emociones se disparan, la reflexión se detona y el aprendizaje nunca se olvida.

La magia indescriptible de Julián llegó a varios municipios del Chocó. Junto a Click+Clack y Unicef Colombia, en el marco del proyecto ECHO, el actor visitó Pie de Pato, Platanares y Puerto Meluk (subregión del Baudó), llevando conversaciones, bailes, canciones y actividades para que los docentes de las comunidades exploraran formas diferentes de aprender y enseñar.

En este encuentro con las comunidades, Julián logró crear espacios de desahogo y reflexión con los docentes. Por medio de posturas, ejercicios físicos, respiración profunda, cantos y bailes, las y los docentes memorizaron coreografías y bailaron alrededor de una vela, una vela que simbolizó la luz que guía, el conocimiento y aquello que llevamos dentro. El objetivo de esta rutina, más allá de la diversión y la liberación de estrés, fue que pudieran ser conscientes de la importancia de su labor en la sociedad, del compromiso que implica trabajar con niñas, niños y adolescentes, y de cómo los procesos de aprendizaje pueden ocurrir en cualquier escenario.

Julián logró detonar reflexiones importantes, por ejemplo, la necesidad de crear entornos agradables y empáticos para generar confianza, fortalecer la participación en el aula y detonar el aprendizaje significativo. Además, se destacó la importancia de poner en el centro aquellas actividades destinadas al bienestar colectivo y la necesidad de reconocer las diversas fortalezas, habilidades y cualidades que pueden ser aprovechadas en el ámbito académico. La relevancia de poner las emociones en el centro del aprendizaje, fue otro de los ejes de las actividades y los diálogos detonados por el actor.

«Considero que las actividades trabajadas por Unicef y Click+Clack con docentes de tres establecimientos del Alto Baudó, son para nosotros una gran oportunidad para que reflexionemos sobre la manera como estamos viviendo nuestras emociones, y por ende, para aprender a orientarlas, transmitirlas o vivenciarlas con todos los que nos rodean, en especial con nuestros estudiantes, para educar con el ejemplo y lograr que ellos vivan una vida en comunidad disfrutando y manejando sus emociones. Esta es una oportunidad más para que mejoremos lo que hacemos como docentes; los maestros trabajamos en pro de muchas cosas y queremos hacerlo bien. La oportunidad que nos brindaron fue bonita, sentí que todos la disfrutamos, fue muy valiosa y lo más importante es que no se quede allí, sino que sepamos que debemos seguir trabajando y no desistir con los chicos, ni con nosotros mismos. Estoy muy agradecida y espero que para mis compañeros siga siendo otra manera de seguir disfrutando lo que hacemos». Glemi Samira Robledo, rectora del Centro Educativo Hermano Anselmo Molano del Alto Baudó.

El Chocó se caracteriza por un gran nivel de imprevisibilidad a nivel social y político. El contexto de pobreza y de poca presencia estatal, combinado con las emergencias por inundaciones y conflicto armado, han afectado la trayectoria educativa de niñas, niños y jóvenes de dichas comunidades. Todo esto se traduce en retos sociales y enormes desafíos educativos. Resulta entonces indispensable, no solo llegar con recursos y materiales innovadores y apropiados, sino generar espacios donde el cuerpo, la mente y las emociones se vuelven protagonistas de las respuestas a las necesidades que enfrentan las comunidades.